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martes, 12 de noviembre de 2013

I + V = UNO




Los I

Hace muchos, muchísimos años, la Tierra era un lugar caótico, y sin embargo, aún no habitaba el ser humano.

En ese mismo tiempo, a miles de kilómetros de allí, existía un planeta llamado I.  Era este un lugar selvático plagado de animales que los I cazaban para sobrevivir, comiendo sus carnes y vistiendo sus pieles. 

Su tiempo de existencia era limitado, variando de unos a otros en pocos meses. Mientras que en su reproducción eran meros espectadores,  ya que la misma tierra del planeta era la que expulsaba de su interior un nuevo ser cada vez que otro fallecía.
Los I desconocían el origen de su especie, pero eso no les inquietaba.

Además de emplear su tiempo en tareas de supervivencia, se ocupaban aprendiendo y desarrollando los campos de las matemáticas y la ciencia. 
Gracias a ello, alcanzaron un altísimo nivel tecnológico que les permitió construir vehículos cada vez más avanzados, hasta llegar a diseñar una impecable nave espacial.
Con ella, un día, tras dejar su planeta hecho un cisco, pues en nada se ocuparon de cuidar los recursos de los que disponían, salieron todos en busca de un nuevo lugar donde vivir.

El viaje fue largo. Murieron muchos seres que, al no existir tierra de donde brotar, no fueron sustituidos, y finalmente llegaron al planeta Tierra siete de ellos.
Al aterrizar, la nave sufrió un accidente y se estrelló. Los siete consiguieron salir vivos del fuerte golpe, pero sus memorias se borraron para siempre.


Las V

Al mismo tiempo que los I, existió en otro lejano astro una especie conocida como las V. Desechando la egocéntrica idea de llamar a su planeta con el mismo nombre de su especie, decidieron referirse a este como “Sueños”.

“Sueños” era un paraíso de jardines y frutales, donde las V pasaban sus días recolectando frutos, no demasiados, pues no comían mucho, y desarrollándose en los campos de la poesía, la filosofía y otras materias intangibles.

La vida de esta especie era muy similar a la de los I, y aunque tampoco tenían el Don de procrear, su nacimiento era aún más enigmático que el de ellos.
Cuando una V fallecía, su cuerpo comenzaba a evaporarse hasta desaparecer. En ese instante, una tormenta de aguas azules descargaba sobre la montaña sagrada, dejando a su finalización un nuevo ser, que era inmediatamente recogido por un grupo de V.  

Un día, el mismo en el que los I llegaron a la Tierra, las V entraron en un profundo letargo. Instantes después, todas desaparecieron.

Del sueño despertaron 3 V, y al igual que los I lo hicieron sin memoria. Estaban en la Tierra.


En la Tierra

Poco tardaron los I y las V en encontrar la manera de reproducirse. Un nuevo instinto, mucho más acentuado en los I, les hacia aparearse, y casi desde el momento de su primer encuentro descubrieron que cuando los I cubrían horizontalmente a las V formaban un triangulo perfecto, del que un tiempo después germinaba un nuevo ser.

Así trascurrió la historia durante miles de años. Millones de triángulos se formaron desde entonces, más aunque perfecta era la forma geométrica que entre ambos seres alcanzaban, algo ocurrió.

Con el pasar de los siglos, V e I comenzaron a sufrir una necesidad de ir más allá. De avanzar en su especie. Quizá un nuevo instinto u otra suerte de necesidad, les empujaba con dolor hacia la búsqueda de un cambio revolucionario.

Y fue entonces cuando los I, dejando vencer la feroz resistencia que su ego les imponía, comenzaron a tumbarse sobre la tierra para ser cubiertos por las V.

Para ello los I hubieron de aprender a ser humildes y las V a voltearse para, aguantando una gran responsabilidad, ponerse por encima de los I.

El resultado, nuevamente, fue un perfecto y hermoso triángulo.
Pero esta vez apuntaba hacia el cielo.

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