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lunes, 10 de junio de 2013

¡¡¡¡Shussssssss!!!!



Uno de los finales más estremecedores que jamás he leído pertenece a la obra de Federico García Lorca “La casa de Bernarda Alba”, y dice así: “Las lágrimas cuando estés sola. ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!. “
No sé por qué extraños mecanismos de asociación me ha venido a la cabeza el sensacional epílogo Lorquiano cuando esta mañana he leído la noticia sobre el ex agente de la CIA Edward Snowden, un joven informático que ha tenido la descabellada idea de confirmarnos, mediante la filtración de documentos secretos, que nos espían a través de las redes cuando y como les da la gana, sin frenarse ante estupideces de rojillos trasnochados como el derecho a la intimidad. Lo más descacharrante del asunto, es que las noticias que publican los medios a nivel mundial no se centran en lo escandaloso de la prepotente e injustificable actitud de los gobiernos, en este caso el de EEUU, sobre sus ciudadanos, no, la noticia gira en torno al posible “peligro” al que este señor está sometiendo a su país al revelar la existencia de programas de ciberespionaje. Lejos del enrojecimiento natural al que deberían someterse las enormes caras de los mandatarios, estos contraatacan blandiendo la siempre eficiente espada del miedo, tratando de hacer ver a sus magníficos (el día de las elecciones) e ignorantes (los 1459 días restantes) ciudadanos que ir contando por ahí las miserias estatales puede ponernos en peligro a todos. Con lo Cristianos que ellos dicen ser se les olvida con demasiada frecuencia aquello de “la verdad os hará libres”. Debe ser porque les pasa con la biblia lo contrario que a mí con El Padrino, que me gusta más la segunda parte que la primera. Ellos sin embargo deben pensar que donde esté el antiguo testamento que se quite la tontada esa del perdón y demás sandeces del perroflauta ese de Nazaret. El caso es que la noticia inicial se está disolviendo a medida que nos vamos enterando del cambio de paradero de Snowden, que si se esconde en un hotel de Hong Kong, que si EEUU va a pedir la extradición para someterlo a un “juicio” “justo”, que si hay que poner límite a la libertad de expresión… y veremos si el pobre muchacho no acaba compartiendo posada con Julian Assange en la embajada Londinense de Ecuador. Nos estamos acostumbrando mal a que los gobiernos mientan, engañen, manipulen, tergiversen, humillen, retengan, maltraten o aniquilen a todo aquel que ponga en peligro una serie de intereses económicos muy concretos de un grupito de gente muy concreta. No se molestan en desmentir, se justifican con excusas vacuas y sonrojantes para todo aquel que siga dándole que hacer a sus conexiones neuronales. Antes, cuando el pastel explotaba, caía alguien, el más primo de todos, que duda cabe, pero algún chupaalpargatas acababa comiendo tierra. Ahora, cuando parece que va a estallar el escándalo, cuando el denunciante apunta con su dedo al denunciado, ellos nos “convencen” para que miremos el dedo y juzguemos si esas uñas están suficientemente limpias o no. Y si lo están se retocan con PhotoShop, que para eso está. No lo puedo evitar, a mi todo esto me recuerda a esa Bernarda que se niega a llorar en público, que guarda y hace guardar las formas con severidad y que sobre todo ordena e impone el silencio.   . ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!.

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