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miércoles, 26 de marzo de 2014

Recuerdos de un 2 de Mayo







El 2 de Mayo de 1989 un nuevo canal televisivo vio la luz, Telemadrid. Por entonces ocupaba la presidencia de la comunidad madrileña Joaquín Leguina, uno de esos muchos “socialistas” que podrían militar en el PP sin que nadie se extrañara. Sin embargo, es justo endosarle a mi tocayo el mérito de echar a rodar un proyecto social e importante como es, en su concepción aunque no en su práctica, la creación de una televisión pública.

Unos añitos después, allá por el 95, el ahora ministro gruñón y déspota  Alberto Ruiz Gallardón, ocupaba el sillón de la presidencia madrileña con unos aires de “buenrollismo” y “modernura” que más tarde se verían (por la mayoría, pues otros ya avisaban de la cara oculta) como un trampantojo electoral.  Durante su gobierno ya se trató de privatizar la cadena, pero el mejor presidente de la historia de la humanidad, Don José María Aznar, impidió la operación…. ¡Eyyyy! ,Marhuenda, suelta ahora mismo ese teclado!!!

Perdonen ustedes, he salido un momento al baño y el sujetaescrotos de Marianín ha metido el cuezo en mi artículo. Para que no me tachen de censor (pues ya saben que la derecha es muy dada a acusar a otros de todo aquello que ellos practican con soltura) voy a dejar la frase perpetrada por el ínclito director de La SinRazón, aunque eso sí, voy a dejarla subrayada, para que no haya confusiones.  



En parte es cierto lo que ha comenzado a narrar Marhuenda, ya que el por entonces presidente del gobierno impidió la privatización del ente público madrileño, aunque no por convicciones, como podrán imaginar, sino por el posible trastorno electoral que podría traerle la privatización. 

En lo que a contenido se refiere, hay que reconocerle a Gallardón que durante su mandato la cadena era mucho más plural y atractiva de lo que eran otros entes autonómicos por esas mismas fechas (dícese Canal Sur, por ejemplo), aunque la cosa económica se les empezaba ya a ir de las manos, dejando unos 80 millones en el debe de la televisión antes de ceder el báculo presidencial a Esperanza Aguirre.


Y, como dice el título de la película, ¡Con ella llegó el escándalo! 

Esperancita (joder, qué poco tino tuvieron los padres con el nombre) siempre tuvo claro que es una tontería mantener como público aquello que pagaron los madrileños con sus impuestos cuando ahora se puede privatizar y hacer que un grupito de amiguetes se hagan con una televisión completita por un precio ganga. 


Pero claro, ochenta millones (que aunque es mucho, en comparación con otras deudas no es tanto) y una audiencia respetable no es una buena carta de presentación ante los votantes cuando de convencer de las bondades de la privatización se trata.

 Por ello, el equipo de “destructores” de Aguirre se pone manos a la obra en una operación con dos vías de actuación simultánea.  Por un lado convierten la cadena pública en una televisión impúdica, en el que la manipulación de textos e imágenes se convierte en el pan nuestro de cada día. Los Tertsch, Curris y compañía se lucraban de la pública mientras trabajaban incansablemente en su labor destructora. Y los informativos de la cadena se fueron transformando en una parodia de sí mismos según iba intensificándose la labor de propagandistas neocon, que acabó por poner a Telemadrid en el punto de mira de lo kafkiano.  El trabajo dio sus frutos: La audiencia bajó del 17% en 2003 (cuando llega la lideresa) al 6,2 % en 2011. 


Un éxito absoluto. Aunque en la parte económica la grandeza de la operación iba a alcanzar cotas inimaginables. Como decía anteriormente, la deuda con la que se encontró el equipo de Aguirre en sus comienzos rondaba los 80 millones de euros. Pues bien, en 2011 la cifra alcanzó los ¡278 millones!. Pero, ¿por dónde se fue todo ese dinero? ¿Por sobredimensionar la plantilla como dicen “algunos”?. Rotundamente NO. La plantilla de la cadena sufrió un tijeretazo de 2007 (1442 trabajadores) a 2011 (1175 trabajadores). Esos sí, la plantilla de dirección de informativos no solo no sufrió recorte alguno, sino que se vio aumentada en un 45%.  Mientras que los ingresos por publicidad caían desorbitadamente. En 2003 el 50% del presupuesto lo cubría la publicidad, en 2011 el 27%.


Todas estas cifras y datos sirven para entender una operación que, en palabras más coloquiales, podría resumirse así:

1-      Los madrileños pagan la puesta en marcha de una televisión pública. Les cuesta un pastizal.
2-      La derecha llega al gobierno y ve la oportunidad de expropiarle a los madrileños su dinero vendiéndoles que les hacen un favor.
3-      Para conseguir su propósito llevan a la cadena a la bancarrota económica e imponen una televisión propagandística de extrema derecha que prácticamente nadie quiere ver.
4-      Tratan de convencer a los madrileños de que Telemadrid es un modelo insostenible, gracias a ellos (aunque eso no lo dicen)
5-      Privatizan la cadena, los 860 (aproximadamente) trabajadores de la misma a la calle.
6-      Las indemnizaciones de estos trabajadores las pagará la Comunidad de Madrid, o sea, LOS MADRILEÑOS.
7-      El grupito de amiguetes ya se está frotando las patitas (es lo que tienen los insectos) ante el chollazo que supone la compra de la cadena televisiva.  


Pero lo peor de todo esto son las lágrimas derramadas hoy por muchos de los ex trabajadores de Telemadrid. Han sido maltratados por su propio gobierno y expulsados de un puesto de trabajo que les pertenecía por oposición a muchos de ellos. La situación estaba siendo denunciada por gran parte de la plantilla de la Televisión desde hace años. Y ahora, un juzgado considera que el despido es improcedente pero no es nulo. 


Hemos llegado a un punto peligroso. Algunos quieren cambiar las reglas del juego a cada momento, según su conveniencia, y eso provocará que otros hagan lo mismo, y después otros, y después otros, y después no habrá reglas.

Hoy, 26 de Marzo de 2014 no es un día triste solo para los trabajadores de Telemadrid, sino para todos aquellos que no quieran tolerar la injusticia.


miércoles, 19 de marzo de 2014

Un ojo a cada lado







Los cuadros del genial pintor impresionista Vincent Van Gogh se subastan por autenticas millonadas… pero esto comenzó a ocurrir una vez el “loco” pelirrojo abandonó este mundo, pues en vida consiguió vender la friolera de…¡¡¡ 1 cuadro!!!

“Viñedo rojo” fue adquirido por 400 francos por la también pintora Anne Boch en 1890, poco antes del fallecimiento de Van Gogh. 

A pesar de su corta existencia, el genio holandés realizó unos 900 cuadros, muchos de ellos considerados hoy como indiscutibles obras de arte, que sin embargo de poco le sirvieron para subsistir.



¿Qué clase de tela ocular nos impide descubrir la genialidad en el mismo instante de su nacimiento? Como siempre, verdades no tengo muchas (y las que tengo no caben en las palabras) pero teorías poseo a raudales. Ahí va una.

Decía el Doctor Mario Alonso Puig que en el proceso creativo intervienen de forma complementaria, pero no simultánea, los dos hemisferios cerebrales. Por una parte el artista ha de trabajar con su lado izquierdo para acaparar datos, conocimientos, técnicas y habilidades. Después, hay que comenzar a trabajar, a reescribir, a repintar, a borrar, a filtrar, a desechar, a comenzar desde el principio, desde la mitad, rehaciendo, rehaciendo y rehaciendo hasta que en el momento oportuno, y nunca antes, ¡zas!, el hemisferio derecho coge el timón. Con todas las “piezas” que el científico hemisferio le ha regalado, la parte creativa de nuestro cerebro comienza a trabajar en ese lenguaje no visible ni verbal que tanto nos costaría explicar. Es el arte, la magia, el duende, el misterio o como queramos etiquetarlo, el que interviene para combinar elementos existentes en una nueva forma hasta ahora desconocida.


Cuando el artista llega a este punto sabe que acaba de crear algo valioso (no hablo en términos económicos) y aquellos que, por su entrenamiento con la diestra del coco tienen afinada su “sensibilidad”, también verán la maravilla. Pero eso no implica que la mayoría de las personas que pasean la mirada por un cuadro, un libro o una escultura sensacional, sepan leerla. Porque para poder realizar una lectura adecuada de una obra de arte no hemos de aplicar ningún tipo de razonamiento concreto, es más, hemos de anular en la medida de lo posible la razón.


El arte es eso que te cautiva, que te estremece, que te hipnotiza y que consigue penetrar en una parte de tu ser poco dada a las explicaciones. Simplemente ocurre, y es maravilloso.
Pero como todo en la vida, para llegar a este punto hay que trabajárselo. El creador tiene que afanarse mucho con sus dos hemisferios para poder realizar una obra que merezca la pena ser parida. Y el observador también tendrá que currárselo para aprender a dejarse penetrar por ese extraño lenguaje que mana de la obra,  y si quiere transcribir lo recibido para compartirlo con otros, aunque también le queda la opción de quedarse en el deleite sin buscar explicación, se verá obligado a darle caña a su hemisferio izquierdo, que en la medida de lo posible traducirá, a su forma y manera, aquello que la obra le hace sentir.



Aceptamos la dualidad en el mundo tangible sin demasiados problemas. Frio y calor, blanco y negro, luz y oscuridad… etc., sin embargo, nos cuesta una barbaridad admitir esa misma dualidad en nosotros mismos. No somos solo carne y razón, tenemos más, mucho más, pero no podemos medirlo, calibrarlo ni etiquetarlo, y aunque para muchos talibanes del raciocinio no hay más que aquello que mis sentidos me dicten, el arte, como el niño rebelde que se niega a ser castigado, está ahí para burlarse de todos aquellos que ladean su cabeza a la izquierda en demasía. 

El arte dice:

 “ah, ¿Qué solo existe lo que puedes ver?, pues ¡toma! Un Picasso, un Rafael y un Monet”   

 “¿Cómo?, ¿que solo existe lo que puedes oír?, ¡ahí va una pieza de Mozart, una soleá de Camarón y un temilla de Leonard Cohen” 

“¿De veras solo puedes leer con la razón? ¡zas, en toda la jeta!, toma Machado, Lorca y Miguel Hernández"


No se puede explicar, es parte del misterio. Los efectos del arte no provienen del mismo lugar de donde nace el lenguaje o las matemáticas. No vienen del camino de la lógica. Están en otro lugar, es la otra parte de nuestra dualidad. 

Pero si es usted una de esas personas que abrazan la ciencia con dogmática razón, no se preocupe, puede que encuentre explicación científica para el arte, y que pueda explicármelo y convencerme. Claro que, ya de paso, quizás pueda también explicarme qué coño es el amor. 


viernes, 14 de marzo de 2014

¡Que viene el Coco!





Por petición popular (en realidad me lo ha pedido una sola persona, pero me consta que entre los suyos es muy popular) hoy vamos a disertar sobre el gen que comparten el hombre del saco, el coco, o el sacamantecas. Y no, no me estoy refiriendo a Ángela Merkel… aunque ahora que lo pienso, quizás sí me acabaré refiriendo a ella de alguna manera.





Todos los que hemos mamado una educación basada en la tradición judeocatólica de que el hombre en esencia es malo, aprendimos, erróneamente, que es mejor amenazar al prójimo con el castigo desde bien pequeñito para tratar de controlar los horrores que, repito, según nuestra cultura, danzan de forma masiva en nuestro interior.



Así, y aprovechando una inmaculada imaginación, que pronto comenzaría a deteriorarse (aunque algunos a esto lo llamaban madurar) nos convencían de la existencia de seres cuyo nivel de maldad superaba con creces nuestra capacidad de creación mental. De esta forma se instalaba en la parte más oscura de nuestras blancas cabecitas la creencia de que aquel que no obedece a la autoridad, en este caso la autoridad más importante eran nuestros papis, obtendría en justa réplica un castigo merecido.   





¿Qué castigo?  Ahí radicaba el éxito del mensaje, pues si bien estos personajes eran dibujados con siniestro trazo, sus acciones no eran específicamente definidas. Vale que el hombre del saco se dedicaba a raptar niños pero… ¿para qué?, ¿se los comía? , ¿les pegaba?, ¿los forzaba a trabajar en condiciones lamentables por un salario paupérrimo? (lástima, esta última versión acabó por hacerse real) … no, esto no era necesariamente relatado, unos contaban una cosa, otros otra distintas y otros dejaban la puerta abierta a la imaginación infantil, que es mucha y poderosa. 

La versión daba igual, el verdadero drama para el niño consistía en la dramática separación de sus padres. Es decir, se le atacaba al talón de Aquiles, al amor. Lo que por cierto, paradójicamente, desmonta la bárbara teoría de que el hombre es en esencia maldad.





Por fortuna, y a pesar de temblarnos las canillas por el peso de semejante enseñanza, conseguimos crecer, y entonces……. No aprendimos. 



El mecanismo de control que, con toda su buena intención, eso no lo pongo en duda, utilizaron nuestros padres para tratar de protegernos (curiosamente querían salvaguardarnos del mismo horror, mamado también por ellos, que ahora nos inculcaban. Cosas de la ignorancia) ese mismo mecanismo, como decía, es el que utilizan los poderes económicos para controlarnos y salvaguardar su privilegiada posición.





La mezcla de terror y desinformación a la que nos someten a diario los medios de “información”, es la pieza clave para mantener la opaca venda que impide el levantamiento, a ser posible pacífico, de la masa sometida contra la clase dominante.




Por ejemplo, sería inútil que el actual presidente del gobierno tratara de convencernos de que es necesario eliminar gran parte del estado del bienestar porque este impide que aquellos que ganan un buen dinero con sus negocios puedan ganar más, y ya de paso, esto haga que la clase media baja y baja aumente. O sea, más corderitos a su servicio. 


Sin embargo, si centramos el mensaje en falsedades y futuribles a conveniencia, como que las pensiones acabarán por ser impagables, el sistema sanitario es insostenible o que lo único que funciona bien es lo privado porque lo público está plagado de corrupción… ¡Eureka!, aquellos que de entrada le hubiesen dedicado una pedorreta al señor presidente,  ahora comienzan a sentir ese tembleque de canillas que tan marcado quedó en su infancia.







Pero podemos ir más allá. El miedo es un elemento tan poderoso que es capaz de cruzar el terreno de la paradoja para imponer su intención. Me explico, es injustificable una guerra. No se haga líos, olvide todo lo que le han contado y, sólo por esta vez, le pido que confíe un poquito en mí. Créame, NINGUNA guerra es aceptable, NIN GU NA. Pues bien, una lluvia de imágenes y desinformaciones adecuadas acabará por hacerle creer que en un país determinado existe un señor muy, muy malo que se come a los niños y que tiene la intención de comerle a usted, o lo que es peor, a sus hijos.  Y usted acabará por apoyar (o mirar para otro lado, que, no se olvide, es una manera indirecta de apoyar) la intervención militar (qué bonitas palabras, ¿verdad?) que evite el horror. Pero, ¿cómo se puede evitar el horror a base de toneladas de horror?... ¿ve?, el miedo acaba de atravesar lo paradójico.





En el plano socioeconómico también se utiliza el mismo mecanismo. Unos señores abusan del sistema. Bancos, inversores, empresarios, políticos… revientan el invento y llega la crisis. La reacción lógica sería rectificar el sistema para evitar abusos, pero claro, algunos no quieren que esto ocurra. Entonces comienzan a salir otros a las calles pidiendo cambios. 

Información que llega a nosotros: contenedores ardiendo, violencia policial, gritos, gente corriendo, escaparates reventados, caras enfurecidas… 
Traducción: miedo. 
Respuesta: no te muevas o será peor el remedio que la enfermedad. 


Y funciona, vaya que si funciona… por el momento.



Y es que para cambiar las cosas, en realidad para cambiar cualquier cosa de nuestras vidas, es necesario una buena dosis de valentía, y para ello nos veremos obligados a enfrentarnos con todos esos seres malvados que acamparon en nuestro imaginario y que no están dispuestos a marcharse por voluntad propia.



No es fácil, pero se la tiene que jugar. Lo que ocurra después dependerá de muchos factores, hay múltiples posibilidades y no tienen por qué  imponerse las peores. 


Ánimo, échele valor y envíele una orden de desahucio al hombre del saco. Si lo hace quizás se sorprenda y descubra que en realidad el coco nunca estuvo ahí. El cerebro es  como un cuchillo muy afilado, si lo coge por el lugar equivocado se hará daño. Pero si aprende a utilizarlo… ¡madre mía!, ¡qué maravilla de herramienta!

miércoles, 5 de marzo de 2014

Huelga de Musas





Hoy no tengo nada que decir. 

Hay millones de temas bailando en las ondas de radio y televisión, infinitas palabras en los periódicos, revistas, blogs, libros. Son muchos los temas que podría tocar, y sin embargo, la peor situación a la que se puede enfrentar aquel que de la narración escrita hace su vicio ha llegado: el síndrome del folio en blanco.


Quizá les podría interesar un tema político, social, cultural, musical… no lo sé. El caso es que hoy tengo la sensación de que todo lo que puedo contarles ya ha sido dicho o escrito, con mayor o menor acierto, en alguna otra parte.
 
Sin embargo, ya lo ven. Aquí estoy yo juntando letras sin tener la más remota idea de qué es lo quiero transmitirles, y ustedes leyéndolo a pesar de mi advertencia inicial. ¡Ya les vale!, la curiosidad les come, ¿¡eh, pillines!?


 No se preocupen, yo también soy lector, y sé que basta con que alguien comience diciendo que no va a contar nada para que uno siga enganchado a la línea a la espera de descubrir…¿Qué?. …Pues eso, yo tampoco lo sé. Supongo que la posibilidad de descubrir algo nuevo es lo que nos lleva a untarnos las pupilas en paciencia y seguir caminando por cada palabra, coma, punto, oración… a la espera del descubrimiento.


Pero no quiero ser deshonesto con ustedes, y por ello les advierto de que aquí no hay sorpresa. Es solo la necesidad del que aprende a comunicarse con la escritura la que lleva al escribiente a rellenar un folio incluso cuando tiene poco o nada que decir. Como cuando un astronauta pulsa un botoncito para lanzar una señal sonora a la tierra con la única intención de indicarles que sigue allí, que está vivo. Aunque en realidad este rito esconde mucho más que una acción de rutina para tranquilizar al receptor. También conlleva una petición de atención, una súplica para que al otro lado alguien lleve su pensamiento hacia el emisor. Para huir de la soledad.


Y es que no hay oficio más solitario ni oficiante con más necesidad de encuentro que la del escritor.  Hay algo brutal dentro del que ejerce con la pluma que le obliga a utilizar la narración como una válvula de escape vital. En realidad, el literato escribe siempre para sí mismo. Para expulsar sus demonios, para aliviar sus dudas, para desinflar sus miedos o para confesar que no sabe. No existe un gran escritor que rellene con soluciones y respuestas las páginas de sus libros. Los grandes escritores las llenan de dudas, de preguntas, de inquietudes, de angustias…

Y lo hacen porque escriben para sí mismos, aunque al mismo tiempo utilicen el medio para contactar con el lector, es decir, para no tragarse en solitario sus miserias, es decir (otra vez), para huir de la soledad.



Los que no poseen este problema, aquellos que consiguieron vencer sus miedos, dudas, inquietudes…etc, esos… esos no escriben. Y si hacen algo lo plasman en forma de manual, sin ninguna gracia literaria. Lejos de un estilo inconfundible y trabajado como el que utilizan los grandes narradores.  ¡Es lógico!, son sabios. No necesitan vomitar sobre un folio porque están limpios. Jesucristo, Buda, Sócrates, Osho… no escribieron una línea jamás. No tenían que buscar la belleza porque ya la habían encontrado y preferían disfrutarla a escribir sobre ella. Normal, ¿o acaso usted, suponiéndolo, por ejemplo, un buen bebedor de cerveza, preferiría hablar sobre las bondades de una rubia fresquita y espumosa en lugar de trincársela? La narración queda reservada para aquellos que sueñan con la cerveza, pero que no pueden (o no se atreven) a bebérsela. 


Bueno… a lo tonto a lo tonto me han salido unas cuantas líneas. Por hoy es suficiente. Mientras busco la manera de agenciarme una buena birra voy a seguir soñando que un día dejaré de tener la necesidad de escribir.


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