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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Espérame en el cielo (y a ser posible, espera sentado)







Isidoro Álvarez, presidente de El Corte Inglés, falleció hace unos días. Pero su alma no llegó al cielo de inmediato. Al parecer, abandonó su cuerpo en cómodos plazos. 


Por su parte, Emilio Botín expiró al alza. Batiendo todos los records habidos y por haber, se propulsó a gran velocidad camino de este apasionante nuevo negocio. Claro que, una vez en la puerta, tardó más de lo habitual en rellenar la preinscripción de nuevo socio porque quiso hacerse el listillo con San Pedro hablándole en inglés. El segurata no es un virtuoso en eso del manejo de la lengua de los protestantes.  En sus tiempos (de vivo, quiero decir) no se estilaba eso. Y Don Emilio, por mucho que se empeñe, tampoco pasa por autóctono de London.




¿Que cómo sabemos esto? Porque en todas partes cuecen habas (bueno, en todas partes donde tengan habas y algo para cocerlas) y nosotros, en un despliegue sin precedentes de tecnología punta (un vaso y una tabla ouija), hemos logrado contactar con una interesante tropa de confidentes etéreos. 

Este grupo de espíritus cotillas, coincidentes en el tiempo con Isidoro y Emilio en aquello de entonar el Chin Pum final, nos ha relatado lo acontecido en el paraíso tras la llegada de una generosa hornada de gente Vip. 


Advertimos de la posibilidad de que alguna de las transcripciones realizadas no sean del todo fieles al relato original de nuestros confidentes. Hemos de confesar que tuvimos algunos problemillas técnicos con el vaso de cristal empleado en la comunicación. Quizás resbalaba con demasiada alegría debido al uso que de éste hicimos como portador del contenido de tres botellas de Whisky. Eso sí, ningún animal resultó herido en el trascurso de la operación, que aunque no tenga nada que ver con el asunto, siempre queda bien decirlo.


Al grano, como diría un adolescente maqueándose la cara antes de salir. 
Una vez instalados Isidoro y Emilio en su parcelita celestial, y a la espera de la aceptación como socios eternos, reciben la visita de varios personajes. El primero en llegar, un ángel. 


Tocan a la nube. Toc, Toc (onomatopeya imaginaria y bastante alejada de la realidad) 
 
·         Emilio: Adelante, pase a nuestro despach… digo, a nuestro…. bueno, que pase coño (dice con ese tono amistoso y humanista que caracteriza a los hombres de poder)
·         Ángel: Con el permiso de Vuecencia
·         Emilio: A mí no me hables en latín que no entiendo un carajo
·         Ángel: ¿Cómo…? …ehhh… da igual. Que venía yo con la intención de darles la bienvenida al paraíso. Espero que ambos sean justamente juzgados por el Todopodero…
·         Isidoro: Oye, ¿Dónde te has agenciado eso que tienes ahí? (dice señalándole la espalda)
·         Ángel: ¿Esto?... son mis alitas. Para obtenerlas hay que trabajar muy duro. De hecho es necesario que….
·         Isidoro: que sí, que sí… pero ¿Cuánto te han costado? Porque, permíteme el comentario, son una chapucilla. El corte es feísimo, esa pluma blanca ya no se lleva, hombre de Dios (nunca mejor dicho)… y encima habrá pagado usted una pasta, así, a tocateja.
·         Ángel: hombreeee…. Desde un punto de vista metafórico, digamos que el pago ha de hacerse así, del tirón.
·         Emilio: Pues eso se acabó, amigo mío. ¿Por qué tiene usted que realizar tanto sacrificio cuando puede obtener lo mismo pagando un poquito más pero a largo plazo?… vamos, que lo puede pagar sin enterarse.
·         Ángel: ya,  pero es que las alas solo puede otorgarlas…
·         Isidoro: ¡Usted no se preocupe de eso! Mire, nosotros le vamos a conseguir unas alitas mucho mejores, de diseño, de Pret at Porter
·         Emilio: Eso, de los dos
·         Isidoro: y todo ¿a cambio de qué?... prácticamente de nada, amigo mío. En vez de realizar diez o veinte méritos para el Super, usted nos hace a nosotros treinta meritillos de nada… eso sí, en comodiiiiiiiiiisimos plazos. Eh, ¿qué le parece?
·         Ángel: Hombre, visto así… pero solo treinta ¿no?
·         Emilio: Nada hombre, nada… usted firme aquí y santas pascuas. A ver, que con eso de los intereses quien dice treinta dice… qué se yo, treinta y dos.


Antes de poder reaccionar, el mensajero de Dios, un angelillo de baja categoría, un soldadito raso del ejército celestial, había firmado su segunda sentencia de muerte. La que le condenaba a pasar la eternidad bajo el yugo del Capital-Celestial.




Rin, rin, rin, rin (Onomatopeya absurda, pues si en el cielo no hay puertas, lo del timbre ya clama al cielo… ¡anda!, qué bien traído)

·         Emilio: Paaaaaase. Isidoro, una cosa te digo. Nos tenemos que hacer con una secretaria esta misma semana. A mí esto de no tener quien me proteja la “puerta” me incordia very very
·         Isidoro: Pues he visto pasar antes a una rubia que nos iría muy bien… el problema es que no iba de blanco, vestía de rojo y me temo que…
·         Emilio: Tú no te preocupes por eso, decimos que la patrocina mi banco y a tomar por culo.
·         Papa: ¡¡¡A la buena de Diooooosss!!!
·         Emilio: ¡Mira quién tenemos aquí!, el viajero.
·         Papa: Don Emilio, Don Isidoro. Es para mí un placer darles la bienvenida. El jefe ha tenido el detalle de enviarme para informarles de que su aprobación como socios celestiales está prácticamente hecha.
·         Isidoro: Anda mira, qué bien nos viene usted. De eso mismo queríamos hablarle. Tenemos algunos flecos que queremos cerrar antes de la firma.
·         Papa: ¿Cómo dice…?  Pero… les están ofreciendo la eternidad en la gloria…
·         Isidoro: Siiii… si todo eso está muy bien, no vaya usted a creer que somos unos desagradecidos, ¿verdad Emilio?
·         Emilio: Nada más lejos de nuestra intención.
·         Isidoro: Sin embargo, nos gustaría proponer algunas ideas revolucionarias que a buen seguro van servir para que ganemos todos.
·         Papa: Si, pero… es que yo solo…
·         Emilio: No se me enrede hombre, que es muy sencillo. Vamos a ver, ¿usted tiene mano con el Jefe?
·         Papa: Hombreeeee… he sido su representante en la tierra, su mejor comercial, no le digo más.
·         Emilio: Y ya que ha tenido tantos años de trabajo y esfuerzo allá abajo, ¿no cree usted que se merece un descanso?... Dejen ustedes eso de la administración del cielo en manos de profesionales y dedíquense a disfrutar… ¡que se lo han ganado!
·         Papa: … la verdad es que unas vacaciones no me vendrían nada mal….



Unas horas después el Papa firmó una carta de apoyo a la externalización de servicios divinos, mientras se fumaba unos puros y se pimplaba una botella de Pipermín. Definitivamente, había decidido tomarse unas vacaciones.




Por último, Emilio e Isidoro recibieron una tercera visita. La más importante de todas.
·         Isidoro: ¡¡Ostiaaaaaaaaaaaaassss!!... ¿Pero tú, quien coño eres? ¿y cómo te atreves a entrar sin llamar?
·         Dios: SOY DIOOOOOOSSSSSSSS. NO NECESITO LLAMAR, ESTOY EN TODAS PARTES
·         Emilio: Me parece muy bien, pero un poquito de educación tan poco está de más…
·         Dios: EMILIO!!, MIRA QUE PARA NO TENER SEXO YA ME ESTAIS EMPEZANDO A TOCAR LOS COJONES
·         Isidoro: Bueno, hombre… o mujer… o lo que seas, no te pongas así. Nosotros solo queremos ayudar
·         Dios: QUE NO, QUE A MÍ NO ME LA DAIS. NO OS CREAIS QUE YO SOY COMO ESOS DOS INOCENTES A LOS QUE HABEIS EMBAUCADO…



No se sabe muy bien cómo terminó aquella conversación. Dios, que lo sabe todo, se percató de la presencia inadecuada de nuestros confidentes y les obligó a retirarse bajo amenaza de reencarnación en la próxima Belén Esteban. Lo único que hemos podido constatar es que en el cielo se han producido algunos cambios. Entre ellos, el más llamativo es la nueva forma en la que las almas llegan ahora a la gloria: lo hacen en unas escaleras mecánicas de color rojo.  



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