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martes, 2 de septiembre de 2014

La bandera ajada de Pujol






Nunca me ha parecido especialmente simpático el hasta ahora muy honorable Jordi Pujol.

Sus gestos y palabras destilaron siempre un tufillo autoritario que me producía bastante rechazo. No niego su capacidad para batirse con soltura en el campo de la oratoria, pero incluso en sus mejores jugadas dejaba entrever que era un mal perdedor. Basta recordar algunas entrevistas para cerciorase de cómo reaccionaba rabioso y despótico cuando asomaba en la conversación alguna pregunta incómoda. Un Fraga en toda regla. Lógico, pues sus pensamientos y modos van de la mano por más que ambos trataran de convencernos de que sus posicionamientos estaban en las antípodas el uno del otro.

Por otra parte, puedo llegar a entender que para algunos catalanes, velados por el romanticismo, estos días están suponiendo un shock de identidad. Buscar respuesta y acomodo a la trascendental pregunta de “¿quién soy?” en una bandera, es un ejercicio común pero peligroso.

 Ser Catalán, Manchego o Murciano conlleva transportar en tu ADN social una serie de tradiciones, costumbres, lenguaje… ,  bajo cuyos parámetros se tejió y se teje parte de nuestra personalidad. Pero agarrarse a esto como a un todo es entregar la responsabilidad hacia ti mismo a un ente virtual. Y si ese ente lo capitanea un impostor, peor que peor.

 Ya en los años 80, cuando CIU ganó las elecciones y Pujol llegó a la presidencia de la Generalitat, asomó el fantasma del fraude en la descapitalización de Banca Catalana.  Ahora salen a la luz todas aquellas  tropelías, más las que fue realizando a lo largo de todos los años que ocupó el sillón principal del gobierno catalán.

 Era una especie de secreto a voces, ahora vemos como parece que todo el mundo conocía pero nadie reconocía, y esto, sin quitarle un ápice de importancia al fraude que ha supuesto tener como mandatario durante más de veinte años a un defraudador, es más inquietante aún.

¿Qué ocurrió cuando Pujol llegó a la Generalitat y desaparecieron todos los rumores de imputación? ¿Quién o quienes pararon aquel proceso?, y sobre todo ¿por qué?

Durante años el president se lucró ilícitamente con la connivencia de muchos que ahora le dan la espalda o le apuntan con dedo acusador. ¿Por qué ahora?, ¿por qué callaron?

 Aquella intervención de Pascual Maragall en el parlamento catalán en la que acusó a CIU, de forma indirecta pero clara, pues muchos conocían el asunto, de tener un problema de corrupción, es el más claro ejemplo de cómo funciona lo peor de la política. Maragall hubo de retractarse allí mismo cuando Artur Mas, digno sucesor (entiéndase la ironía) sacó las garras con el rostro medio desencajado ante el inesperado envite del líder socialista.

Es cierto que Pujol siempre ha sido un patriota… suizo, pero no es menos cierto que la calificación que Socialistas y Populares le otorgaron como “hombre de estado”, tiene en realidad una clara componente de conveniencia. Que CIU haya ejercido como bisagra en los distintos gobiernos españoles ha sido el salvoconducto que ha permitido a Jordi Puyol y a su grupo ejercer en Cataluña como si de un cortijo se tratara. Pero ojo, no lo olvidemos, con la complicidad de los gobiernos de Felipe González, José María Aznar, Rodriguez Zapatero y Mariano Rajoy. Y sí, digo Mariano Rajoy porque es evidente que romper la baraja, y para romper la baraja hay que estar jugando, es una maniobra electoral para cambiar el foco de atención de una penosa y canallesca gestión, a la guerra España – Cataluña. Y si no me creen sigan el curso de los acontecimientos y verán como esto acaba convirtiéndose en un enfrentamiento de españolistas contra catalanistas.

Para los creyentes, desde un punto de vista político-romántico,  es tristísimo que el símbolo de una identidad común acabe siendo un fraude. Tendrán que rehacer sus creencias urgentemente para reparar el nacionalismo dañado, sustituyendo un símbolo por otro o buscando un nuevo enemigo (la España PePera seguro que les ayuda). O mejor aún, tendrán la oportunidad de descubrir que uno es uno, con sus virtudes y carencias, y que al vecino del país de al lado, y al de más allá, le pasa lo mismo.

Y para los descreídos de las banderas también hay una lección, quizás más importante, y es que el polvo ha entrado en casa porque hemos tenido las ventanas abiertas y nadie se ha puesto a limpiar. Ahora la mierda nos come, y será tarea de todos coger los aperos de limpieza y ponerse a fregar. Si la mayoría no lo hace será peor. Llegará uno que nos prometerá encargarse de todo, y a buen seguro que ese nos limpia la casa, pero del todo. Ni un mueble nos va a dejar.


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