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jueves, 5 de junio de 2014

Ensayo guillotinesco sobre una corona







Cada uno explica las cosas a su manera.  La inmensa mayoría lo hace de forma inconsciente en función de sus vivencias, de la percepción de sus sentidos y del tamizado de su mente. Estos tratan de convertir su verdad (relativa y pasajera) en la verdad, y como es lógico fracasan.

Pero admitir el fracaso es duro y exige continuar con el trabajo de exploración. Por ello, la mayoría prefieren aferrase al dogma, eliminando mecánicamente cualquier atisbo de duda con razonamientos tan aplastantes como el de: “eso ha sido así toda la vida de Dios y punto”.



Pero afortunadamente existen otro tipo de personas que, bien desde la humildad en la aceptación de su ignorancia o bien desde la sabiduría, utilizan un medicamento por el que siempre he sentido una especial debilidad. El medicamento se llama PROVOCAR  y está compuesto en su totalidad por “despertina”, una sustancia etérea que tiene la virtud de joderte los esquemas más de lo que pensabas que los tenias, con la intención de que comiences a cambiarlos.  

No tiene fácil tolerancia, ya lo advierto, pero sus efectos positivos, si bien aparecen a largo plazo, son incuestionables.



Una vez prevenido el lector, y libre de abandonar la lectura si así lo considera, me dispongo a administrar una ligerísima dosis de este medicamento. Allá va.

Hablemos de la corona. ¿Qué se pensaban ustedes? ¿Acaso tenían la esperanza de encontrarse en estos días un texto que no versara sobre el temita de la abdicación de Juan Carlos?, ¿de verdad se piensan que soy tan original?  Pues No. Yo me dispongo a darles la paliza con mi opinión, aunque, y aquí radica la diferencia, lo haré con el sano propósito de confundirles todo lo posible.


Veamos, ¿es necesaria la Monarquía?  La respuesta es obvia, un sistema basado en derechos hereditarios no tiene lógica cabida en una democracia. Luego entonces, podemos deducir que lo ideal sería la república. Pues mire usted, depende.

Imaginarme a gran parte del espectro político pasado y presente encarnando los poderes que otorga el cargo de Presidente de la República me pone los pelos como escarpias.



El problema no es Juan Carlos I, ni Felipe VI. Ni siquiera el sistema en sí es problemático de base. Un rey que actuase siempre de forma humilde, razonable, humana, que se desviviera por su pueblo buscando el bien común, que se autoimpusiera el salario mínimo y al que no le importará ceder su puesto a aquel que demostrase más capacidades positivas que él, sería un Rey amado por su pueblo. Por todo su pueblo. Claro que pensándolo bien, eso más que un Rey es un sabio.

¡Eureka!, he aquí el problema real (¡toma juego de palabras!)


¿Estamos todos de acuerdo en hacer que aquel cuya sabiduría sobrepase a la de los demás sea quien se haga cargo del poder?, ¿Si?..... ¿Seguro?.... ¿de verdad que sí?....  ¡no se lo cree ni usted!


Un sabio solo podría gobernar, sin que le decapiten en las primeras semanas de mandato, en un lugar donde la sabiduría, en mayor o menor escala, reine entre la mayoría de su pueblo.  Si no es así, las decisiones del mandatario serán incomprendidas, y por lo tanto malinterpretadas, y por lo tanto la reacción del pueblo será la de…. ¡zas! Guillotina al tanto y que pase el siguiente.   Y el siguiente, que será sabio y por ello no será gilipollas, se negará a gobernar porque o bien tendría que actuar en contra de sus principios o acabaría con la cabeza en una cesta de mimbre. Y será entonces cuando pase el siguiente, y el siguiente, y el siguiente… y así, poco a poco iremos bajando el nivel de sabiduría hasta llegar a encontrar a alguien que esté dispuesto a ocupar el trono. Ese, evidentemente, tratará de tener contento al pueblo haciendo lo que tenga que hacer por muy disparatado que sea. Y además lo hará sin afectar demasiado a sus principios, porque hemos bajado tanto el nivel que hemos puesto a gobernar a los más tontos.

Tanto bajar, tanto bajar… y acabó gobernado Rajoy.

El sistema monárquico, tal como lo conocemos en los últimos siglos, pues hubo en otros tiempos y por otros lares reyes muy diferentes, está basado en una injusticia: la de creer que una determinada familia posee unas cualidades especiales para gobernar por el hecho de compartir buena parte de ADN. Y si encima esa familia es la Borbona, la broma ya tiene guasa. 


Por lo tanto, es lógico que muchos españoles quieran (queramos) eliminar la monarquía como un pasito hacia el cambio. Pero eso sí, tengamos claro que con los Aznares, Zapateros, Borbones, Rajoys y González no vamos a ninguna parte. Hay que buscar más y mejor para tratar de encontrar a la persona ideal que mejor represente a la mayoría de los españoles. Con el peligro que esto conlleva. Pues si, por poner un ejemplo, resultase que la mayoría de los españoles son unos ignorantes, egoístas e ineptos , lo justo sería escoger como máximo mandatario a quien mejor encarne estos “talentos”… por ejemplo, Rajoy.


¡Un momento!  ¿A ver si va a resultar ahora que los poderes los están regentando aquellos que mejor nos representan? ...

¿Y si el problema no es la ineptitud de los Gobernantes (que la tienen) para gobernar sino la de los votantes?... 

¿No será que los tontos somos…?…. No, no……no puede ser…..imposible….. eso es un insulto, ¡un insulto!, ¡¡¡NO PIENSO TOLERARLO!!!!...... ¡¡¡Saquen la guillotina y que le corten la cabeza!!!... al otro.


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